Hidrografía


El municipio de Sevilla está atravesado en su lado occidental, por el río Guadalquivir, en cuya cuenca hidrográfica se encuentra integrada la totalidad de su provincia. Se enclava en pleno valle del Guadalquivir, una de las tres unidades litológicas en las que se divide dicha cuenca, en uno de los últimos meandros que configura este río antes de adentrarse en la zona de marismas existente hasta su desembocadura.

El Guadalquivir es el río más largo de Andalucía y el quinto de la Península Ibérica, con un recorrido de 657 km. Es navegable a través de un tronco principal de unos 80 km de longitud, desde su desembocadura al océano Atlántico en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) hasta Sevilla, donde se halla el único puerto fluvial de España.[20]

La parte oriental y suroriental de Sevilla está bañada por otros tres cursos fluviales, afluentes o subafluentes del Guadalquivir por su margen izquierda. El más importante de ellos es el río Guadaíra, que nace en la gaditana sierra de Pozo Amargo, discurre por el extremo sureste del término municipal y desemboca en el Guadalquivir, 20 km aguas abajo del casco urbano sevillano. Los arroyos Tagarete y Tamarguillo completan la red hidrográfica de la ciudad.

Sevilla está aproximadamente en el centro del curso bajo del Guadalquivir, que comienza a unos 90 km aguas arriba en el término de Palma del Río (Córdoba) y termina a unos 80 km aguas abajo en la desembocadura del río.

A su paso por la urbe, el río posee un caudal notable, tras haber recibido las aportaciones de todos sus grandes afluentes, entre ellos el Genil, que es su afluente más importante y confluye con él en la localidad de Palma del Río. En la estación de aforo instalada en Sevilla, el Guadalquivir registra un caudal medio de 164,3 m³/s, muy superior a los niveles alcanzados en el curso medio (68,40 km³/s, en Marmolejo, Jaén) y en el curso alto (19,80 m³/s, en el poblado de Pantano del Tranco, Jaén).

El río presenta un régimen hidrológico preferentemente pluvial, que determina fuertes variaciones de su caudal. Estas eran visibles en Sevilla, con estiajes por debajo de los 10 m³/s y crecidas de 5.000 y 9.000 m³/s, con periodos de recurrencia de 5 y 100 años respectivamente. En la actualidad, las oscilaciones han disminuido notablemente gracias a la regulación a la que está sometida toda la cuenca del río.[21]

A la irregularidad de este régimen hidrológico se añade la ubicación de Sevilla sobre una llanura aluvial, en plena zona de inundaciones, ha condicionado históricamente el trazado urbanístico de la ciudad. El cauce natural del río ha sido modificado por infraestructuras dirigidas a prevenir las grandes avenidas. Antes de la regulación actual, las crecidas elevaban las aguas a una altura entre 7 y 10 m y las zonas más bajas de la urbe, como la Alameda de Hércules, están situadas a una cota de tan solo 4,30 m.

Etimologías


Etimologías (Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti) es la obra más conocida de San Isidoro de Sevilla. Se trata de la primera enciclopedia escrita en la cultura occidental y toma su nombre del procedimiento de enseñanza que utiliza: explicar la etimología de cada palabra relacionada con el tema, muchas veces de forma algo forzada y pintoresca. El título también puede provenir de la materia de la que trata uno de los veinte libros de los que se compone la obra (concretamente el décimo). Fue escrita por San Isidoro poco antes de su muerte, en la plena madurez (627-630), a petición de Braulio, obispo de Zaragoza.

Se trata de una inmensa compilación en la que se almacena, sistematiza y condensa todo el conocimiento de su tiempo. A lo largo de gran parte de la Edad Media fue el texto más usado en las instituciones educativas. También fue muy leído durante el Renacimiento (al menos diez ediciones fueron impresas entre 1470 y 1530). Gracias a esta obra, se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España visigoda. Esta recopilación de la cultura clásica fue tan apreciada, que en gran medida sustituyó el uso de las obras de los clásicos cuyo saber recoge, de modo que muchas dejaron de ser copiadas y están perdidas, como por ejemplo las obras del gran erudito romano Varrón. San Isidoro poseyó un gran conocimiento de los poetas griegos y latinos. Entre todos, cita ciento cincuenta y cuatro autores. Muchos de ellos los había leído en los textos originales y otros en las compilaciones en uso para su época.

Producción literaria


Autor prolífico, escribió tratados filosóficos, lingüísticos e históricos. De entre sus numerosas obras destacan: De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas, un libro de astronomía e historia natural dedicado al rey visigodo Sisebuto), De ordine creaturarum, Regula monachorum, De differentiis verborum (que es más que un libro de sinónimos sino un breve tratado teológico sobre la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo, el Paraíso, los ángeles y los hombres) y, sobre todo, Originum sive etymologiarum libri viginti (Etymologiae o Etimologías).

Éste último dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (teología, historia, literatura, arte, derecho, gramática, cosmología, ciencias naturales...). Gracias a este obra, se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España visigoda.

Esta recopilación de la cultura clásica fue tan apreciada, que en gran medida sustituyó el uso de las obras de los clásicos cuyo saber recoge.

Isidoro de Sevilla


San Isidoro de Sevilla (Cartagena ?, c. 560 - † Sevilla, 4 de abril de 636), obispo, teólogo, cronista, compilador y santo hispanorromano de la época visigoda.

Fue arzobispo de Sevilla durante más de tres décadas (599-636) y uno de los grandes eruditos de la temprana Edad Media.

Política cultural


Ronald Syme ha descrito a Adriano como el más «versátil» de todos los emperadores romanos. Gran admirador de la cultura, favoreció la eclosión de nuevas formas artísticas a lo largo del Imperio. Construida en Tibur (Tívoli), la Villa Adriana - la cual se encuentra destruida en gran parte como consecuencia de las expoliaciones que Hipólito II de Este efectuó a fin de edificar la Villa de Este - constituyó el mejor ejemplo de jardín de tipo alejandrino de la capital; dicho vergel recreaba un paisaje sagrado. Durante su reinado se llevó a cabo la reconstrucción del Panteón de Agripa - destruido tras el estallido de un incendio en 80 - el cual es uno de los edificios mejor conservados de la capital ; dicho monumento fue una importante fuente de inspiración de los arquitectos renacentistas y barrocos.

Desde mucho antes de acceder al trono, el emperador había mostrado especial interés por la arquitectura; no obstante, cuando enseñó sus diseños a Apolodoro de Damasco - el constructor del Foro de Trajano - éste los desechó arguyendo que sus «calabazas» - término con el que hacía referencia a las cúpulas - no tenían cabida en su edificio. En otra ocasión, mientras Apolodoro se encontraba resolviendo una duda de Trajano, Adriano le interrumpió tratando de dar su opinión, a lo que el arquitecto respondió:

Consolidación del trono


A su ascenso al trono, Adriano trató de obtener rápidamente el apoyo de los soldados. Además, ordenó la destitución de Lusio Quieto, un general de origen bereber que había participado en la campaña de Partia y había sido nombrado recientemente por Trajano gobernador de Judea y cónsul y de quien sospechaba que codiciaba el trono imperial. Aunque el emperador le había adoptado, Adriano tuvo que falsificar los documentos de adopción antes de presentarlos ante los senadores; aunque circularon rumores acerca de dicha falsificación, su verdadera legitimidad como emperador dependía de la aprobación senatorial y del apoyo de los soldados sirios.

Ocupado con la organización administrativa de los territorios de Oriente y del Danubio, así como con el conflicto con los judíos que se habían sublevado durante el reinado de su predecesor, no acudió a la capital hasta estabilizar el territorio. Fue a Atilio Aciano - ex-tutor del emperador - a quien se situó al frente de la capital.

En esta situación se «descubrió» un complot en el que estaban envueltos cuatro senadores - entre ellos Lusio Quieto - a los que se condenó a muerte sin celebrarse un juicio; el emperador afirmó que Aciano había actuado por iniciativa propia. Según Elizabeth Speller el verdadero motivo de su muerte era que habían sido ilustres militares leales a Trajano. Los asesinatos se ordenaron sin un acuerdo entre los senadores y el emperador, lo que causó un distanciamiento entre ellos. Este hecho constituye uno de los puntos de inflexión de las relaciones entre el Senado y Adriano, que impulsó una política dirigida a ampliar la base de apoyo del Principado estimulando el contacto de la administración central con las élites provinciales; ello iba en detrimento de la capital, que ya no era la indiscutible ciudad imperial y hegemónica.

Adriano


Publio Elio Adriano (Itálica o Roma, 24 de enero de 76 - Bayas, 10 de julio de 138), conocido oficialmente durante su reinado como Imperator Caesar Divi Traiani filius Traianus Hadrianus Augustus, y Divus Hadrianus tras su deificación, comúnmente conocido como Adriano, fue emperador del Imperio Romano (117 - 138). Miembro de la Dinastía Ulpio-Aelia y tercero de los cinco emperadores buenos:durante su reinado el Imperio alcanzó la mayor extensión territorial de su historia (125). Adriano destacó por su afición a la filosofía estoica y epicúrea.

Nació en Itálica, o en Roma, en el seno de una familia acomodada oriunda del Piceno (Italia) y establecida a fines del siglo III a.C. en Itálica (Hispania Baetica) , cerca de la moderna ciudad de Sevilla (España). Era sobrino segundo por línea materna de Trajano, quien, aunque nunca le nombró públicamente su heredero, le dio varias muestras de preferencia durante su reinado y, de acuerdo con lo manifestado por su esposa, Pompeia Plotina, lo declaró como tal momentos antes de morir.

Aunque es posible que debiera el trono sobre todo al favor de Plotina, su condición de posible sucesor fue siendo marcada por el propio Trajano durante su reinado. Así, en el periodo comprendido entre los años 100 - 108 le concedió la mano de Vibia Sabina, le nombró quaestor Imperatoris y comes Augusti, le regaló el diamante de Nerva como «esperanza de sucesión» y le recomendó como consul suffectus, amén de otros honores y distinciones. Aunque era descendiente de Trajano, el apoyo de Plotina y de Lucio Licinio Sura (m. en 108) fueron determinantes en su ascenso al trono.

Sus relaciones con el Senado no fueron buenas; quizá tuviera algo que ver con ello el que Adriano, a diferencia de muchos emperadores anteriores, no deseara desempeñar el consulado ordinario más que dos veces, ambas consecutivas y al comienzo de su reinado: en el primer semestre de 118, teniendo como collega a su sobrino, el barcinonense Cneo Pedanio Fusco Salinator, y, en el primer cuatrimestre de 119, con Publio Dasumio Rústico, otro posible pariente, esta vez de los Dasumii italicenses. Asimismo, las reformas administrativas llevadas a cabo durante su reinado suscitaron la oposición de los senadores; el emperador modernizó el sistema administrativo estatal ascendiendo a expertos y tecnócratas, lo que supuso que muchas secciones de la administración quedaran en manos de estos funcionarios. A causa de ello la élite senatorial y aristocrática vio mermada su influencia.

Domesticación


Se trata de un animal de relativamente reciente domesticación. Hay datos históricos que demuestran que los romanos en el siglo I a. C. ya mantenían conejos en cautiverio con el fin de producir carne. Entre el siglo VI y X, los monjes franceses comenzaron a seleccionar conejos para formar una línea descendente de mayor aptitud cárnica. Dichos monjes tenían por costumbre comer "laurines" en periodo de Cuaresma, ya que estaban incluidos en los "platos acuáticos".

No obstante no es hasta el siglo XVI cuando aparecen las primeras variaciones de la capa de pelaje del conejo, indicando la aparición de razas pioneras definidas.

Hábitos alimentarios


La abundancia de la especie, se basa, además de en su capacidad reproductora, en su condición de fitófago con doble digestión, asemejándose a los rumiantes. En efecto, el conejo practica la cecotrofia, de modo que las heces blandas (cecotrofos), ricas en bacterias y proteínas, son reingeridas para un segundo tránsito digestivo. Estos excrementos son más frecuentes por las mañanas, cuando los animales se encuentran en reposo. Como otros lagomorfos, el conejo ha estado considerado mucho tiempo como un rumiante, con los que no tiene ninguna relación; ello se fundamenta en la observación del comportamiento del conejo, que pasa largas horas removiendo las mandíbulas de derecha a izquierda. En realidad, estos movimientos no se explican por la rumia sino por la alimentación en dos tiempos. Primero, el conejo digiere la hierba que consumió; la celulosa es digerida por las bacterias Anaerobacter a ácidos grasos volátiles que sirven de nutrientes. Resulta de ello son los cecotrofos, excrementos verde oliva, blandos y brillantes que el conejo toma de salida del ano y vuelve a ingerir. Los excrementos finales del conejo son de un marrón oscuro, más gruesos (7 a 12 mm de diámetro) y duros.

En general seleccionan la plantas compuestas, leguminosas y gramíneas vivaces de escasa talla y con tendencia a formar céspedes. En invierno su régimen consta de tallos y cortezas de arbustos. Puede cavar la tierra para encontrar raíces, semillas y bulbos; también es capaz de escalar a arbustos y matorrales para comer los jóvenes retoños.

Un adulto consume de 200 a 500 gramos de plantas al día. Cuando los conejos están presentes en densidad importante, su impacto sobre el medio es importante: traban la reproducción de ciertas especies de plantas pero también, en consecuencia, de animales.

Descripción física


Se caracteriza por tener un cuerpo cubierto de un pelaje espeso y lanudo, de color pardo pálido a gris, cabeza ovalada y ojos grandes. Pesa entre 1,5 y 2,5 kg en estado salvaje. Tiene orejas largas de hasta 7 cm y una cola muy corta. Sus patas anteriores son más cortas que las posteriores. Mide de 33 a 50 cm en condiciones afables, incluso más en razas domésticas para carne. Todas estas características que posee ésta especie en estado salvaje pueden variar significativamente según la raza.

Distinguimos los machos de las hembras gracias a su cabeza, más ancha y menos fina que la de las hembras.

El conejo de conejar mide de 34 a 50 cm (longitud cabeza y cuerpo) para orejas de 4 a 8 cm. Su peso varía de 1,2 kg a 2,5 kg. Posee una piel dulce de color pardo leonado pelirrojo, a veces colorado que constituye un camuflaje de elección contra sus depredadores.

La talla de conejos domésticos varía muchísimo de una raza a la otra. El más grande, el gigante de Flandes, puede alcanzar 8 kg y 80 cm de longitud pero el conejo ariete enano sobrepasa apenas 1 kg, a veces menos para los conejos extra enanos. La piel originalmente es gris beige - a veces con matices negros o pelirrojos - un vientre más claro y el fondo blanco de la cola (rabo), mientras que los conejos domésticos presentan colores muy variados, uniformes, degradados o moteados. Existe cerca de 80 variedades.

Los dientes de un conejo, particularmente sus incisivos, crecen sin cesar. El conejo debe constantemente "gastar" sus dientes con el fin de evitar que se vuelvan demasiado largos (lo que podría por otro lado herirle).

Oryctolagus cuniculus


El conejo común o conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) es una especie de mamífero lagomorfo de la familia Leporidae, único miembro del género Oryctolagus.

Era abundante en el paleolítico, a juzgar por los restos descubiertos en la Península Ibérica.[1] En la actualidad, su área de distribución abarca el norte de África y toda Europa hasta Rusia, siendo introducido en muchos lugares del continente con motivos cinegéticos. A lo largo de la Historia también ha sido llevado al estado de Washington (Estados Unidos), Chile, Sudáfrica y Australia, donde los conejos cimarrones se han convertido en la principal plaga del país debido a la ausencia de depredadores y competidores naturales

Cayo Valerio Catulo


Nacido en Verona, en la Galia Transpadana, en una familia influyente (su padre era amigo de Julio César, al que Catulo sin embargo despreciaba, quizá a causa de la sequedad de su estilo literario).

Estudió en Roma pasando allí varias temporadas y al fin se estableció el 62 a. C., introduciéndose en los cenáculos literarios de sus amigos, los llamados despectivamente por Cicerón poetas neotéricos: Helvio Cinna, Licinio Calvo, Valerio Catón, Cornificio, Furio Bibáculo y los eruditos Marco Terencio Varrón o Cornelio Nepote. Los neotéricos se caracterizaban, en primer lugar, por una gran afición a la poesía griega alejandrina de Calímaco y, en segundo lugar, por el deseo de cultivar una lírica refinada y concisa, de un perfecto acabado formal.

Se enamoró de una dama muy bella y licenciosa, Clodia, casada con el gobernador de la Galia Cisalpina Metelo y hermana del tribuno de la plebe Publio Clodio Pulcro, enemigo de Cicerón. Esta, sin embargo, que aparece en sus versos con un nombre de valor métrico equivalente, Lesbia (que declara la común afición de los amantes a la poetisa griega Safo de Lesbos), tras concederle sus encantos, le fue infiel a la menor ocasión y dejó a Catulo debatiéndose entre el odio y el amor, como expresa en su conocido dístico: Odi et amo. Quare id faciam? fortasse requiris / Nescio, sed fieri sentio et excrucior («Odio y amo. ¿Cómo es posible?, preguntarás acaso. No sé, pero siento que me ocurre y me crucifica»).

De la violenta pasión que despertó en Catulo tardó en recuperarse a duras penas: Una salus haec est, hoc est tibi pervincendum. / hoc facias sive id non pote, sive pote! («Una sola salvación hay para ti: esto debe superarse. ¡Hazlo puedas o no puedas!»). Pero la agonía se prolongó merced a los arrepentimientos de la amante, mera excusa para nuevas y fallidas reconciliaciones: Nulli se dicit mulier mea nubere malle quam mihi, / non si se Iuppiter ipse petat. / Dicit: sed mulier cupido quod dicit amanti, / in vento et rápida scribere oportet aqua. («Con nadie más que conmigo dice mi amada que se uniría, / ni aunque Júpiter mismo se lo pidiera. / Eso dice: pero lo que dice la mujer enamorada a un amante / conviene escribirlo en el viento y en el agua rápida»). Fue una inspiración excepcional para uno de los corpora de lírica amorosa más intensos de todos los tiempos.

En sus poemas también se refleja, directa o indirectamente, una relación homosexual con un joven de nombre Juventio.

Dejó 116 poemas y 3 fragmentos de valor e inspiración diversa en distintos metros, predominando los dísticos elegiacos y los endecasílabos. Hay poemas de un acabado perfectamente alejandrino, casi siempre de tema mitológico, como Las bodas de Tetis y Peleo o la traducción de Calímaco La cabellera de Berenice, pero destacan especialmente sus ácidos epigramas, donde ataca sobre todo la ordinariez y el mal gusto, y sus epitalamios, fuera de sus ya tan ponderadas elegías amorosas, los poemas dedicados a sus amigos, a su hermano fallecido (frater ave atque vale) o a su barca.

Murió con 33 años de edad.

La originalidad de Catulo consiste en haber sido el primero en haber iniciado la elegía romana con sus rasgos específicos de subjetividad, autobiografismo e intimidad, menos presentes en sus correlatos griegos.

Tito Livio


Nacido y muerto en lo que hoy es Padua, capital de la Venetia, se traslada a Roma con 24 años. Se le encargó la educación del futuro emperador Claudio. Tito Livio escribió una Historia de Roma, desde la fundación de la ciudad hasta la muerte de Druso en 9 a. C., Ab urbe condita libri (normalmente conocida como las Décadas). La obra constaba de 142 libros, divididos en décadas o grupos de 10 libros. De ellos, sólo 35 han llegado hasta nuestros días (del 1 al 10 y del 21 al 45).

Los libros que han llegado hasta nosotros contienen la historia de los primeros siglos de Roma, desde la fundación hasta 292 a. C., el relato de la Segunda Guerra Púnica y de la conquista por los romanos de Galia cisalpina, de Grecia, de Macedonia y de parte de Asia Menor.

Otro escritor escribió Epítome para todos sus libros. Esos Epítome han permanecido, y nos permiten saber cual era el plan seguido por Tito Livio y el orden en el que narraba los acontecimientos.