Edad Contemporánea


La Edad Contemporánea no empezó muy bien para España, en 1805, en la Batalla de Trafalgar la escuadra hispano-francesa fue derrotada ante Gran Bretaña, con lo que significa el fin de la supremacía española en los mares mundiales a favor de Gran Bretaña, mientras Napoleón que había tomado el poder tras triunfar la Revolución Francesa, aprovechando las disputas entre Carlos IV y su hijo Fernando, ordenó el envío de su ejército contra España en 1808, imponiendo a su hermano José I en el trono. Ello ocasiona la Guerra de la Independencia Española, que duraría 5 años. En ese tiempo se elaboró la primera Constitución española, y una de las primeras del mundo, en las denominadas Cortes de Cádiz. Fue promulgada el 19 de marzo de 1812, festividad de S. José, por lo que popularmente se la conocía como La Pepa. Tras la derrota de las tropas de Napoleón en la batalla de Vitoria en 1813; Fernando VII vuelve al trono de España.

Durante el reinado de Fernando VII la monarquía española experimentará el paso del viejo régimen al estado Liberal. Tras su llegada a España, Fernando VII deroga la Constitución de 1812 y persigue a los liberales constitucionalistas, dando comienzo a un rígido absolutismo. Mientras tanto la Guerra de Independencia Hispanoamericana continuará su curso, y a pesar del esfuerzo bélico de los defensores de la monarquía española, al concluir el conflicto únicamente las islas de Cuba y Puerto Rico, en América, seguirán formando parte del territorio nacional de España, que al terminar la década ominosa y con el apoyo liberal a la Pragmática Sanción de 1830 a su vez se organizará nuevamente en monarquía parlamentaria. De esta forma ambos procesos revolucionarios darán origen a los nuevos estados nacionales existentes en la actualidad, y el final del reinado de Fernando VII señala también la extinción del Absolutismo en todo el mundo hispánico.
La muerte de Fernando VII abre un nuevo periodo de fuerte inestabilidad política y económica, su hermano Carlos María Isidro apoyado en los partidarios absolutistas, se rebela contra la designación de Isabel II, hija de Fernando VII, como heredera y reina constitucional, y contra la derogación de la Ley Sálica de la dinastía Borbón, que impedía la sucesión de mujeres a la corona, estallando la Primera Guerra Carlista. El reinado de Isabel II se caracteriza por la alternancia en el poder de progresistas y moderados si bien esta alternancia se motiva más por pronunciamientos militares de ambos signos que por una pacífica cesión del poder en función de los resultados electorales.

La revolución de 1868, denominada La Gloriosa, obligó a Isabel II a abandonar España. Se convocaron Cortes Constituyentes que se pronunciaron por el régimen monárquico y, a iniciativa del General Prim, se ofrece la corona a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia. Su reinado fue breve por el cansancio provocado por los políticos del momento y el rechazo de importantes sectores de la sociedad. Se proclamó la I República, que tampoco gozó de larga vida, aunque sí muy agitada: en once meses tuvo cuatro presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar); durante este convulso periodo se produjeron graves tensiones territoriales llegándose a producir fenómenos tan pintorescos como la declaración de la ciudad de Cartagena como "Cantón independiente" y finalizó con los pronunciamientos de los generales Martínez Campos y Pavía, que disolvió el Parlamento.

La Restauración proclama rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II. España experimenta una gran estabilidad política debida al sistema de gobierno preconizado por el político conservador Antonio Cánovas del Castillo. Se basa en el turno de los partidos Conservador (Cánovas del Castillo) y Liberal (Sagasta) en el gobierno. En 1885 murió Alfonso XII y se encargó la regencia a su viuda María Cristina, hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XIII, nacido tras la muerte de su padre. La rebelión independentista de Cuba en 1895 induce a los Estados Unidos a intervenir en la zona y tras el confuso incidente de la explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, declara la guerra a España. Con la derrota, España perdió sus últimas colonias (Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico) en ultramar.

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